Wednesday, December 12, 2012

¿Cómo vivir en familia los retos de la vida?, por el P. Jesús Díaz Alonso, SF.


"¡El futuro de la humanidad se construye en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia".

Estas palabras proféticas del beato Juan Pablo II nos recuerdan el valor permanente de la familia como la realidad social más íntima que tiene la persona humana en ella, el hombre nace, crece, se forma, pero fundamentalmente, sale de sí mismo y aprende a amar, siendo siempre y en cualquier circunstancia valorado por lo que es no por lo que tiene.

San José Manyanet, que hizo de la familia objeto prioritario de sus acciones pastorales, subraya en su obra "Preciosa Joya de familia", cuyo subtítulo es "Manojito de saludables instrucciones , dirigidas especialmente a los padres de familia para vivir ellos en santa paz y saber educar a sus hijos según la doctrina y ejemplos de la Santa Casa de Nazaret", la importancia de que, en el ámbito de las relaciones familiares, la primera mirada se dirija a los padres para que con su ejemplo actúan de una manera acorde a la santidad de su vocación matrimonial y busquen siempre "con ánimo tranquilo y sosegado" que "los hijos se persuadan que lo que se les dice y enseña nace únicamente del amor e interés por su bien temporal y eterno".

Con gran realismo constata que "en toda familia, por más bien regida y gobernada, es difícil o casi imposible el que no se cometan descuidos y faltas… si el uno edifica y el otro destruye solo se consigue aflicción y dolor…", por lo que recuerda que "el amor hace suaves y hasta dulces los trabajos y, como en la vida conyugal se ofrecen muchos y no pequeños, de ahí resulta que si falta el amor entre ellos, las dichas penas se vuelven intolerables, cuando si hay amor, se hacen más llevaderas".

En tantas ocasiones se constata que las causas de los problemas no están fuera de la familia sino dentro. Las dificultades existen y son reales, grandes los retos, pero lo importante, lo que realmente genera bondad y capacidad de superación está al interior de la familia, en el amor entre todos y cada uno de sus miembros.

Hemos de asumir, con todo realismo, que ninguna familia es perfecta como no lo es ninguna de los miembros que la forman. Estamos todos, como personas en una travesía, caminamos hacia un horizonte afrontando los desafíos que nos ponen a prueba, nos fortalecen interior y familiarmente la imperfección, en este sentido, no deja de ser "un regalo" que nos hace caminar y buscar siempre la virtud, la santidad aun no lograda. Es por ello que estamos convencidos de que cuidar a la familia en su naturaleza y en todos sus ámbitos de acción es una de las claves para afrontar los desafíos del futuro tanto en el interno de la propia familia como en la sociedad.

Entre los desafíos que tenemos delante, en línea con la programación de esta Jornada de reflexión y estudio, subrayamos los siguientes:

— Redescubrir y proponer la grandeza de la vocación al matrimonio

Para un cristiano el matrimonio es ciertamente un camino de entrega y donación mutua pero ésta adquiere todo su sentido en la vocación bautismal que es una llamada a la santidad en el propio estado.

El matrimonio como vocación supone la fe humana en la fuerza del amor como camino de plenitud y realización personal, de una relación fundamental para el hombre: la formación de una comunidad de personas que son protagonistas de su propia historia y narración de amor pero esta dimensión humana esencial es, para el cristiano, enriquecida, nunca suprimida o empequeñecida, por la Gracia sacramental.

Valorar la riqueza de la complementariedad desde una mirada personal, ennoblecer la calidad del propio amor esencia del matrimonio y la entrega mutua, la fidelidad, la vida, el perdón... es un verdadero camino de perfección para el hombre, y una vía espléndida y apasionante para cumplir la finalidad por la cual existe. En la radical vocación a la santidad propia de los bautizados se integra el matrimonio y es allí donde alcanza todo su valor la vocación específica de los casados y la comunión de vida que están llamados a construir.

— El diálogo en la familia

Si bien es cierto que el matrimonio está fundado en el amor entre las personas es natural que las parejas y las familias encuentren diferencias, dificultades, problemas… que han de aprender a reconocer y resolver con los medios más adecuados. Los desacuerdos, puntos de vista diferentes etc. son normales en el ámbito de cualquier relación humana sea familiar, educativa o laboral, y, en este sentido, no nos deben asustar; ahora bien, sí hay que poner los medios y, sobre todo, revisar las actitudes ante las diferencias, para evitar que las dificultades normales se conviertan en conflictos.

No hay que olvidar, por otro lado, que toda relación es por su misma naturaleza viva y dinámica, lo cual significa que está sujeta a padecer cambios, dificultades, crecimiento, crisis… todo ello forma parte del guión. Por ello es importante entender que el amor y la relación tanto familiar como de amistad u otra índole, engloba todos los aspectos de la persona, la inteligencia, la voluntad, los sentimientos y exige un aprendizaje continuo para mantener el dinamismo y la vitalidad que le es propia.

Frente a los retos de la vida tener diferentes opiniones es algo normal, positivo es difícil estar de acuerdo al cien por cien en la visión y análisis de los problemas y dificultades de la vida. Tengamos en cuenta que la familia no sólo es la "escuela de todas las virtudes", sino también, "el escaparate de todos los defectos", por lo que se hace necesario, no solo, decir que nos queremos mucho, sino también expresarlo bien lo cual no deja de ser todo un arte.

— La educación

Quién tiene el deber y, sobre todo, el derecho de educar a los hijos es la familia, en concreto, los padres. No hay que olvidar que los hijos no son para los padres sino los padres para los hijos y, como tales, los padres deben asumir esta verdad, aprender a gastar la vida, a entregarla hasta el final generosamente para seguir dando vida.

Este protagonismo en la educación de los hijos se ha de acentuar más aún en temas fundamentales donde han de sentirse reforzados por la escuela.


En tiempos de posmodernidad, globalización, cultura web, relaciones virtuales, redes sociales, sobre valoración de la imagen y hedonismo, la familia como estructura cambiante y dinámica que es también, se ve en serios problemas para adaptarse a los vertiginosos cambios y retos y particularmente para seguir ofreciendo una guía moral y ética firme para la vida.

Las soluciones no son sencillas ni fáciles de plantear y los conferenciantes nos ayudaran a afrontarlas en los diferentes ámbitos de su comunicación.

Los padres tienen la apasionante y gran responsabilidad de acompañar a sus hijos en el camino hacia la edad adulta que se caracteriza por administrar con sabiduría la libertad y la responsabilidad, pero difícilmente podrán asumir esta labor sin formarse e informase cada día.

Las escuelas de padres, asociaciones familiares tienen esta función además de constituir excelentes "redes de apoyo" donde unos pueden aprender de los éxitos y compartir sus experiencias.

Existe `preocupación y apertura para comprender las realidades en las cuales se encuentran insertados los hijos y los modos más adecuados para afrontar las dificultades y los retos con éxito, funcionalidad y pragmatismo, sin perder de vista el valor ético y de compromiso.

Se hace cada vez más necesario personalizar la educación, valorar las inteligencias múltiples (emocional) y, en la cultura actual, es crucial mantener un educación permanente siendo capaces, al mismo tiempo, de construir un ocio activo, creativo en unión con otras familias que se agrupan, reúnen y apuntan a objetivos comunes (alternativa a la tv, consola, ordenador, redes sociales, noche…).

— La espiritualidad y la transmisión de la fe

La tarea educadora de los padres cristianos debe ser un servicio a la fe de los hijos y una ayuda para que ellos descubran y cumplan la vocación recibida de Dios. Pertenece a la misión educativa de los padres enseñar y testimoniar a los hijos el sentido verdadero del sufrimiento y de la muerte lo podrán hacer si saben estar atentos a cada sufrimiento y desarrollar actitudes de cercanía, asistencia y participación hacia los enfermos y ancianos del ámbito familiar (cfr. Evangelium vitae, 92).

El cristianismo es una religión alegre, vital, ama la vida, anima y fortalece todos los momentos de la existencia; si se vive con coherencia y realismo ayudan sobremanera a enfocar todas las circunstancias de la vida porque no está alejada de la vida ordinaria.

Por otro lado, la espiritualidad compartida genera una complicidad difícil de sustituir por otros elementos. Es por ello necesario y más en un ámbito cultural secularizado el liderazgo espiritual coherente y coordinado entre los padres que pase necesariamente por favorecer una experiencia espiritual liberadora.

Por otro lado, si la pastoral no son acciones instrumentales dirigidas a determinados fines sino el cuidado y desarrollo de la vida cristiana en la Iglesia, la pastoral es por su misma naturaleza pastoral familiar pues ahí encontramos el lugar paradigmático de la vida. Y esta pastoral familiar es cuestión, ante todo, de las familias  ellas son sujetos activos, por la misma vida de sus familias no por un mandato, encargo o delegación de los obispos o sacerdotes que ciertamente tienen como pastores la obligación de ayudar en la evangelización, en la comunicación integral del designio de Dios sobre el matrimonio y la familia.

Es muy importante hablar, en la Iglesia, de la familia, de la educación, del trabajo por eso es lo que viven las personas y lo que el Evangelio ilumina.

— La familia en el centro de la sociedad

El filósofo francés Gilles Lipovetsky habla de las paradojas hipermodernas cuando afirma que "hoy buscamos estabilidad familiar y, al mismo tiempo, queremos el divorcio express". Son las contradicciones que nos muestran las encuestas cuando la valoración más alta de las instituciones corresponde a la familia y, al mismo tiempo, se justifican iniciativas legislativas que no refuerzan, como primera opción, la estabilidad de las mismas.

Si la familia es una estructura antropológica básica, una experiencia universal dinámica y no solo un mero producto cultural resultado del devenir histórico como insisten las ideologías progresistas, la sociedad debe velar y poner los medios para que la familia cumpla sus fines naturales. Esto se concreta en temas tan importantes como trabajo para los padres, vivienda, acceso a la salud, recreación saludable para la familia, profesores bien formados, planes de estudio que respeten la dignidad humana, leyes que protejan el matrimonio, conciliación vida familiar y laboral, atención a las personas separadas, prevención de la violencia doméstica…

El eje de la sociedad es la familia, y el eje de la familia es la unión de los esposos, por ello hay que favorecer una cultura de la familia en íntima unión con una cultura de la vida, superar la terminología ambigua de la "perspectiva e ideología de género" y hablar desde una "perspectiva familiar" dando un enfoque centrado en la familia desde una perspectiva personalista y de comunión con claros referentes éticos.

El bien de la sociedad pasa por el bien de las familias y el de las familias por el bien de cada una de las personas que la forman. Preparación al matrimonio que empieza desde que nace cuando comienza a aprender a mar y a sentirse amado.

En el fondo, y asumiendo la gran variedad de retos y desafíos y la necesidad de encontrar los métodos más adecuados, para afrontarlos se hace, sin duda, necesario volver a la regla fundamental del amor. "Ama y haz lo que quieras", decía san Agustín, cuando explicaba la Biblia y la aplicaba a la vida y educación familiar. Al "ama y haz lo que quieras" san Agustín añadía: "si guardas silencio, hazlo por amor si gritas, hazlo por amor si corriges, corrige por amor si perdonas, perdona por amor si la raíz es el amor profundo, de tal raíz no se pueden conseguir sino cosas buenas".

Todos los desafíos y retos pueden y deben hacernos crecer en el amor entre los padres, los hijos, los hermanos dando siempre un buen testimonio y ejemplo de de respeto, a perdonarse, a ayudarse, a ser de verdad hermanos.

El P. Manyanet escribía: "la misma experiencia manifiesta que la paz y a armonía entre los casados es el primer factor para vivir una vida feliz en este estado". Por ello, frente a los males y dificultades "todo estriba en el querer de los esposos todo depende del amor y del temor de Dios que oye y bendice a los que de veras a Él acuden y le piden socorro".

Viendo la importancia del matrimonio y la familia pide que se contraiga con madurez y que se eduque para la vida familiar ya "que es manantial y origen de todos los bienes de la sociedad cuando se contrae con madurez, recto fin y según la ordenación de Dios". En esta línea la Fundación Manyanet Solidario está desarrollando en las escuelas un eje transversal de educación para la familia (afectividad, emocional, relación, sexualidad…).

En la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid el pasado mes de agosto, se entregó, en la mochila del peregrino, un libro del Doctor Enrique Rojas titulado: "El amor: la gran oportunidad. Tú puedes conseguir un amor duradero". En la portada un corazón enchufado a la corriente. El texto es un canto al amor y una propuesta clara para que los jóvenes descubran la belleza de la entrega y luchen para mantenerla.

Un compromiso de futuro pasa necesariamente, estamos convencidos, por favorecer y ayudar a la familia. Gracias y que Dios les bendiga y Jesús, María y José sean maestros para las relaciones en el hogar y el modo de afrontar los retos de la vida.

P. Jesús Díaz Alonso, SF
Padre General de los Hijos de la Sagrada Familia

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